Bienvenido / Napaykullayki / tere§uahe porãite

Este espacio quiere ser el riego constante de una actitud: la actitud intempestiva. Aunque es evidente la referencia a mi autor predilecto, Friedrich Nietzsche, no se reduce a su actitud. El intempestivo es aquel que afirma y se afirma más allá del receptor presente. En nuestro tiempo, lleno de discursos apocalípticos, tiempo que se caracteriza en los textos más antiguos (escritos en sánscrito) con el nombre de Kali yuga, y para colmo en occidente -este occidente al final de todo- en el que nuestro interlocutor encarna la náusea, que mejor que ser intempestivo. No esperar nada. No esperar a nadie (¿cuánto hemos esperado ya?). Afirmar: afirmarse. No se pretende guiar a nadie hacia una creación sectaria-destructiva -ya nos conjuramos tácitamente y caminamos con hediondez de buen ganado, nárcotico en mano, hacia la desaparición- se trata de una actitud en relación a lo único que nos permite una digna "arqueología": el arte y el pensamiento. Palabras que le hablan a la posteridad, porque el receptor ya nunca está presente. Palabras limpias que se saben ensuciar. Palabras fuertes, valientes y ensangrentadas. Palabras intempestivas.

Imágenes para pensar

Imágenes para pensar
Miro el bosque y nos veo: nuestro bosque no tiene raíces, las tiene cada uno de los árboles. Por eso vivimos en el desarraigo...

Decir la verdad

El hombre es un ser débil frente a la verdad radical y frente a la propia naturaleza. Para disimular y superar su inferioridad respecto a otros seres vivos, más afines a la naturaleza, el hombre ha desarrollado su intelecto, como método de conservación. Los hombres, además han querido vivir en sociedad y para ello han creado una suerte de pacto de paz donde se establece qué debe ser verdad. En ese mismo instante han establecido, también, qué es mentira. Estas verdades establecidas son de orden lingüístico, pero su sedimentación a lo largo de la historia las ha convertido en leyes casi divinas, proporcionándoles una autoridad absoluta. Sin embargo, sólo son convencionales, giros del lenguaje consolidados por el paso del tiempo. Esta genealogía del instinto de verdad fue desarrollada por Nietzsche en la época de El nacimiento de la tragedia en una breve obra, no publicada en su día, que tituló de Introducción teorética sobre la verdad y la mentira en sentido extra moral. En ella denuncia el lenguaje como responsable de la ilusión de verdad. Su arma arrojadiza es la genealogía; con ella Nietzsche quiere señalar la "mala fe" original que encubre la verdad radical con verdades establecidas. Así se comprende por qué Nietzsche se dedica a desmentir más que a "decir" la verdad. La verdad radical es indecible. Decirla significa encubrirla. Sólo intuitivamente, a través de la música, se puede "decir" la verdad. Nietzsche intuye esa verdad radical, pero no habla de ella más que en raras ocasiones y siempre en un estilo poético, indirecto.